Noruega, 2010
El tráiler (colgadito en Internet hace un rato después de un puñado de teasers bien macanudos subidos por los productores en un genial intento de crear un efecto viral interplanetario) lo afirma rotundo: “El mejor film de esta era es noruego y cuando lo veas sabrás por qué lo decimos”. Nosotros, Zombis nazis aún en las retinas y el paladar, nos lo creímos incluso antes de catarla. Primero, porque nos encanta lo que un crítico en Sundance (donde se estrenó y ya alguien decidió que merecía un remake yanqui) definió como “humor nórdico ultra seco”. Segundo, porque nos apetecía ver a los trolls en todo su esplendor malvado, bosquimano y sangriento y no haciendo el memo como los de la serie de TV David el gnomo. Tercero, porque suena bien que para intentar cazarlos (o filmarlos) mejor no ser cristiano, dado que huelen la sangre luterana o católica a varias millas a la redonda. Cuarto, porque si yo fuera un troll también me zamparía a un puñado de imberbes estudiantes de cine que toman por referencia y modelo a ¡Michael Moore!